Chapter 210
Capítulo 210
Ella corrió rápidamente hacia el hospital.
Alberto llegó al hospital y vio a Ana en la habitación VIP.
Ana, vestida con una bata de hospital demasiado grande, yacía en la cama, con
el rostro completamente pálido, casi blanco como el papel, aún en coma.
Alberto se acercó a la cama. —¿Qué le pasó a Ana?
Presidente Alberto, anoche dejó a Anita sola. Ella se alteró mucho, y en un arrebato, se desmayó en el suelo. La llevaron de inmediato al quirófano para ser atendida.
-Aunque la salvaron, Anita sigue en coma desde entonces.
Alejandro y María mostraban expresiones de angustia y nerviosismo. Nadie se había imaginado que Alberto, en esa situación, empujaría a Ana y la dejaría sola.
Alberto se sentía culpable, lleno de remordimientos.
Anoche, Ana lo había empujado sobre la cama, tratando de besarlo, pero en su mente solo estaba... Raquel.
Pensaba en Raquel.
Empujó a Ana y se fue de la familia Pérez para buscar a Raquel.
No sabía que, después de su partida, Ana había sufrido un accidente.
Ana fue llevada de urgencia al quirófano la noche anterior.
En ese momento, Ana, que aún estaba en coma, despertó lentamente y abrió los ojos.
-¿Anita, despertaste?
Alejandro y María se acercaron emocionados y la ayudaron a sentarse.
Ana miró a Alberto, y sus ojos, pálidos, se llenaron de lágrimas. Con voz cargada de reproche,
le preguntó: -Alberto, ¿a dónde fuiste anoche? Me dejaste sola, ¿acaso fuiste a buscar... a
Raquel?
¿Qué?
¿A buscar a Raquel?
María, sorprendida, dio un pequeño grito. ¿Alberto había ido a buscar a Raquel?
Capitulo 210
María, al igual que Ana, nunca había imaginado que Alberto pudiera sentir algo por Raquel.noveldrama
Las manos de Alberto, que estaban caídas a los lados de su cuerpo, de repente se cerraron en puños. No tenía palabras.
Su silencio ya le dio la respuesta a Ana. Esta, llena de rabia, casi a punto de vomitar de furia, se preguntaba: ¿por qué? ¿Por qué?
Las lágrimas de Ana comenzaron a caer a borbotones. -¡Alberto, realmente te gustó Raquel!
Ya no era una pregunta, sino una afirmación.
¡Alberto realmente sentía algo por Raquel!
María palideció, incrédula. -¿Presidente Alberto, tú...?
María no podía creer lo que escuchaba. ¿Alberto, que había dicho que la quería
a ella, ahora sentía algo por Raquel?
¿Eso era posible?
¿Raquel siquiera era digna de él?
-Alberto, ¿ya olvidaste tu promesa? Dijiste que me tomarías, que me querías. Si ahora ya no me quieres, entonces no quiero seguir viviendo. ¡Me voy a matar ahora mismo! -Ana, completamente desbordada, se quitó las sábanas.
En ese momento, Alberto reaccionó rápidamente, extendió las manos y la abrazó con fuerza. Su voz estaba áspera cuando dijo: -No pasó nada entre Raquel y yo. Ana se quedó quieta un momento, luego lentamente se dio vuelta. Sus ojos, aún mojados por las lágrimas, brillaron con sorpresa. -¿De verdad, Alberto? ¿No pasó nada con Raquel?
Alberto la miró fijamente. Ana era su chica, ¿cómo podría dejarla?
Él admitió, en lo más profundo de su ser, que había estado confundido por
Raquel, incluso que había comenzado a sentir algo por ella.
Aunque nunca lo había reconocido en voz alta, su corazón no podía mentir.
Sin embargo, Raquel ya no sentía lo mismo por él.
Y él tenía una responsabilidad con Ana.
Alberto levantó la mano y, con ternura, le secó las lágrimas de la cara. -Con Raquel ya todo
terminó.
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